Concerte
Issue #390, 1985
Por: Alberto Ugalde G.
Ya alguien había escrito por ahí la frase que dice algo así de que la música de XTC puede servir para muchas cosas, menos para festejar o armar un reventón. Y es cierto. Pero si previamente se ha tenido la chance de adentrarse en la onda del rock que produce este grupo, uno (quizá) pueda emocionarse lo suficiente. El rollo viene al caso, porque tan sólo por el hecho de que XTC lanzó a fines del 1984 su más reciente elepé, éste redactor se olvidó un poco del la crisis económica por la que atravezamos la mayoría de los mexicanos y festejó - más allá del contexto real de nuestros bolsillos - las fiestas decembrinas. Ahora, hay que decirlo con sinceridad, que no es una exageración. Purs bastaría darle una pasadita auditiva a los surcos que conforman ‘The Big Express’, para tratar de comprender el festivo entusiasmo del redactor ante la música de un grupo rockero que funciona, precisamenta, para lo NO-festividad. El álbum es, por otro lado y si se tratara de recargarle un adjetivo, Ultra-fregonsísimo (y lo dejamos así por aquello de que nos entuma la censura).
No es que uno se olvide de las funciones de la crítica y que basta con decirte: "Un excelente disco que reafirma las excelentes excencialidades de XTC, un grupo excelente por exelencia", ¿Pero cómo sustraerse a pernoctar desapercibiendo uno de los acontecimientos rocanroleros más importantes de nuestro tiempo? Si sencillamente, XTC es Ese Acontecimiento, o para decirlo con mayor propiedad: Andy Partridge y sus cuates. Si para dirigirse a ellos uno requiere de quitarse el antifaz y decirte: "Su música es difícil de asimilar, es corrosiva por las cualidades persecutorias de sus letras, es un rock que molesta por su irreverente inteligencia".
Entonces situados en ese quicio de la escalera, uno puede preguntarse po qué los de XTC son víctimas del excesivo comercialismo y sus discos no se editan y difunden como debería de ser. O porque la mancuerna complice de Andy Partridge y Colin Moulding, como compositores, han sido equiparados con la de Lennon y McCartney y en la radio no han fundado le hora de XTC.
Andy Partridge, guitarrista y cantante; Colin Moulding, bajista y segunda voz y Terry Chambers baterista intentaron cuajar sus inquietudes rockeras primarias en bandas que se asemajaban a los New York Dolls o los Stooges, de quienes eran admiradores, sin obtener éxito alguno en la era del punk, bajo los nombres de los Helium Kidz, Star Park, Skyscraper y The Snakes. Al incorporar al tecladista Barry Andrews cambiaron su música con otra de características más personales, bien cimentados en la atonalidad y otros bemoles. También cambiaron de nombre y se pusieron XTC, nada más porque esa sigla podría ser más distintiva para encontrarla en las notas que se escribieran sobre ellos.
Si bien Thomas Dolby deseó que Andrews se accidentara para sustituirlo, después de los dos primeros álbumes (‘White Music’ y ‘Go 2’) Barry dejó su lugar para emigrar a la League of Gentlemen de Robert Fripp, sin que Dolby lo sustituyera. Así llegó la guitarra y los teclados de David Gregory, adquiriendo XTC un sonido más íntimo y menos sofisticado formalmente.
Formalizando este texto, habría que agregar que siguieron los álbumes ‘Drums and Wires’, ‘Black Sea’, ‘English Settlement’ y ‘Mummer’ (los tres primeros se consiguen editados en México).
Y desformalizando el texto, volvemos al quicio de la escalera. Donde nos encontramos con los dos recientes álbumes que Ariola no editó en México. Uno es ‘Mummer’ el cual ni siquiera fue editado en America (Canadá que se reconoce como el punto más XTCiano del hemisferio, los dejó pasar de largo), y el otro ‘The Big Express’, fue lanzado en Estados Unidos en edición de segunda (la edición original inglesa es redonda siguiendo el filo de la rueda de ferrocarril que compone la portada), siendo posible que los canadienses hayan respetado la original). ¿Por qué ese descuido empecinado al acontecimiento? Pues en principio debido a la úlcera de Andy, quien por una perscripción médica no puede hacer giras extensas (en 1982, la última gira norteamericana que hicieron, se vio interrumpida en el segundo concierto que se iba a llevar a cabo en Los Angeles, gracias a que Andy se dobló y fue llevado con urgencia a Londres). Otras razones son: el alto índice de contaminación subversiva disparada a diestra y siniestra; la perfecta armonía atonal (?).
‘The Big Express’ es un álbum que complementa todas las ideas que nos habíamos formado de XTC. Desde sus rápidos cambios de tiempo, en canciones como ‘She's So Square’ ahora fundamentada en ‘The Everyday Story of Smalltown’; pasando por el ‘jazz’ insinuado de ‘Ladybird’ ahora vislumbrado en ‘I Remember the Sun’ o la insufrible ‘Complicated Games’ derretida en ‘Train Running Low on Soul Coal’. Empezando por el primer corte, ‘Wake Up’ (‘Levantarse’), uno supone la que le espera, con esa guitarra que pregunta y se responde en cada extremo del estéreo. Uno sabe que no va mascarse un chicle o un discurso, sencillamente porque no hay mensaje que transmitir. Conscientes que su función no es la del cartero, XTC decide derretir los rieles de su propia vía. El que se subió se subió al expreso.
‘The Big Express’ fue grabado en julio del '84 y lanzado el último miércoles de octubre pasado para Virgin Rec. Habiéndose separado el baterista Terry Chambers para integrarse al los marsupiales de Dragon - después de una repentina integración matrimonial australiana (en el anterior larga duración - ‘Mummer’ - incorporó sus tambores únicamente en dos cortes) -; Andy ahora se hace cargo de las percusiones a través de una computadora Linn Drum y con el auxilio del excelente baterista de estudio Peter Phipps (quien colaboró en ‘Mummer’ y con Eurythmics en ‘Touch’). También colaboran en ‘The Big Express’ los violines de Stuart Gordon, los coros de Annie Huchrak y la euforía de Steve Saunders.
El que se suba al expreso, se sube. El que derrite. . .
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[Thanks to Jon Rosenberger]